Existe una profesión tan antigua como el jabón,
que lava la mente y purifica el corazón.
Existe una profesión que, desde pequeña, mi alma eligió,
y ahora, “desde mayor”, no contempla otra mejor.
Existe una profesión sin horarios ni objeción,
donde el jefe es fascinante: la imaginación.
Existe una profesión en la que todo es emoción
donde la paz gana batallas y la fe vence al temor.
Existe una profesión donde viajar sin moverte del sillón,
y volar mucho más lejos que un piloto de avión.
Existe una profesión en la que puedes ponerte en la piel de un ratón,
de un árbol, de un barco, de un marciano, de un robot…
Existe una profesión donde puedes traducir el amor de madre en un solo renglón
y dejar temblando al más exigente y frío espectador.
Existe una profesión, o tal vez, una inevitable vocación
que un día llamó a mi puerta y jamás me abandonó.
Existe una profesión que pone tu voz en acción,
animándote a hacer de este mundo un lugar más inspirador.
Inevitable vocación,
la de escritora, la de escritor.
Inevitable vocación.
Si no escribo, no soy yo.
