A Sandra le encanta salir por el campo,
pasa largas horas bajo el sol caminando.
Un buen día, con una salamandra tropezó,
el animal, tras un árbol, corriendo se escondió.
“No temas, no voy a hacerte daño,
la próxima vez llevaré más cuidado”.
“Tranquila, sé que no fue tu intención,
debería haber puesto más atención”.
Sandra acarició su piel lisa y brillante,
ella se puso contenta al instante.
“Por aquí veo pasar a muchos niños,
pero pocos me tratan con el mismo cariño.
Algunos juegan a pisar y perseguirme,
no se dan cuenta de que pueden herirme”.
“Pues yo quiero que seas feliz,
dime qué puedo hacer por ti”.
“De parte de todos los animales, diles,
que nosotros también nos ponemos tristes.
No nos gusta que nos lastimen,
sino que nos cuiden y nos mimen”.
“A partir de ahora les haré saber
que con vosotros deben portarse bien.
Juntos haremos gran amistad,
respetando siempre vuestra libertad”.