Sin poesía, la luna solo sería la luna – Without poetry, the moon would only be the moon.

Los enviados especiales

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Esta es una historia especial. Bueno, especial y espacial, enseguida veréis por qué…

Hace millones y millones de años nació en el espacio un planeta llamado Venus. Era una planeta tan grande como la Tierra, y como se encontraba más cerca del Sol, en el hacía mucho calor.

Como ya sabéis, Venus es el planeta del amor y, aunque desde aquí no lo podamos ver, los libros y la escuela nos lo han dado a conocer.

Pues bien, tanto era el amor que en aquel lejano planeta se respiraba, que sus plantas, animales y habitantes no hacían más que darlo y recibirlo. Por ello, eran los más felices del sistema solar, de la galaxia y del universo entero. A todas horas cantaban y bailaban, reían y aplaudían, besaban y abrazaban… En Venus, todos sus habitantes eran amigos, todos expresaban su amor y cariño. Eran unos seres muy sensibles y especiales que, en vez de dedicar su tiempo a pensar y pensar, lo dedicaban a sentir y compartir sus emociones y sentimientos, puesto que tenían un corazón inmensamente grande.

Por otro lado, a millones de kilómetros de distancia en el espacio, se encontraba nuestro planeta, la Tierra, y nosotros, los humanos. Sin embargo, aquí las cosas funcionaban de manera muy distinta… Estos tenían un cerebro inteligente y poderoso, que a menudo utilizaban para preocuparse por todo. Pobres humanos, siempre andaban preocupados, cuentan que eran los más miedosos del espacio… Temían perder el trabajo, el dinero, la salud y el amor. Todos llevaban reloj, pero ninguno tenía tiempo para disfrutar de la luz del sol. Por supuesto, también poseían un corazón, pero hacían más caso a lo que ocurría en el exterior.

― ¡¡Ayudaaa, ayudaaa!! ―se oía en el espacio, la Tierra pedía que le echaran una mano.

Venus, que estaba justo al lado, despertó de su dulce letargo…

― ¿Qué te ocurre amiga mía? Yo te ayudaré, estate tranquila.

Como veis, Venus era un planeta muy amable y amoroso, dispuesto siempre a ayudarlos a todos.

― ¡Sí, te lo ruego! A mis hijos, los humanos, no consigo calmar, como sigan así mi paciencia se va a agotar…

―Cuéntame, ¿qué les sucede? Y tus nervios, ¿a qué se deben?

―Verás, no sé qué más quieren, pero nada me agradecen… No los veo felices, los noto muy tristes. Se quejan, se pelean, se preocupan y enferman… Cada día, les regalo los amaneceres y, cada tarde, los atardeceres. Por las noches, les arropo con un manto de estrellas y les regalo silencio para que duerman. Les ofrezco aire puro, mis mares azules, la naturaleza verde, el agua de las nubes… Les regalo alimento, para que estén sanos y contentos, les doy frío y les doy calor, para que sepan apreciar los dos.

― ¿Y amor? ¿Les das amor?

―Pues eso pensaba yo, pero miran mucho con los ojos y poco con el corazón…

―Está bien, no te preocupes más, tengo una idea que funcionará.

La Tierra escuchaba atenta lo que Venus había preparado para ella:

―Muchos de mis hijos desean viajar hasta ti y ayudar a la gente que vive allí. Les encantaría conocer tus hermosos paisajes, disfrutar de tus increíbles parajes… Ellos siempre están dispuestos a colaborar y, sobre todo, a amar. Tienen tanto que ofrecer que su amor no deja de crecer. Y es que poseen un gran corazón, nunca dirían que no. 

―Oh, ¡es maravilloso! ―exclamaba la Tierra llena de gozo.

―Muy bien, ¡pues no hay tiempo que perder! Esta misma noche allí los vas a ver. Ellos serán mis enviados especiales, sentir y amar son sus grandes capacidades.

―Pero, ¿cómo lo harán? ¿Cómo cruzarán el espacio sideral?

―Tengo preparadas miles de naves espaciales para que en forma de bebés lleguen a tus casas y hospitales. 

― ¿Y cómo diferenciaremos a los enviados especiales? ¿Cómo sabremos cuáles son sus necesidades?

―Ellos son a menudo distintos, a veces en apariencia, a veces carecen de algún sentido… Habrá niños que no podrán ver, oír o hablar, también puede que presenten otra discapacidad. Sus necesidades son especiales, debéis ser pacientes y cordiales. Ellos requieren vuestro apoyo y amor, así es como pronto os abrirán su corazón. De esta manera os enseñarán que no solo con los ojos debéis mirar, y que solo desde el corazón lograréis amar.

― ¡Genial! Deseo con esta oportunidad poder despertar en mis hijos su anhelada felicidad.

«Y así fue como la Tierra y Venus se aliaron,

esto fue lo que pactaron hace miles de años.

Niños y niñas nacían cada día

rebosantes de amor y simpatía.

Los enviados especiales llegaban hasta aquí

para enseñar a la gente a ser más feliz.

Ellos hacían del mundo un lugar mejor

abriendo nuestra mente y nuestro corazón».

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