
Sucedió allí. En la universidad con nombre de poeta…
Poeta que estuvo confinado preso por sus ideales y sentimientos…
Sentimientos que tú y yo tuvimos nada más vernos.
El espacio y el tiempo se retiraron ante aquel encuentro,
fue mutuo, en aquel mismo momento.
Nos comprendieron porque algo así no ocurre todos los días en cualquier lugar,
abriéndonos paso al nacimiento de un amor puro, sin igual.
Tuvieron que pasar meses y poesías para aquel primer beso bajo la luna roja,
que llegó bañado por un agua brillante, limpia, gozosa.
A golpe de versos sinceros, habían logrado derribar el muro que los dividía.
Y en el amor aterrizaron aquella noche de verano, tan cálida como fría.
Ambos sabían que aquello cambiaría el resto de sus vidas,
con rumbo a una senda, tan bella como desconocida…
Más adelante saborearon juntos los mares salados del desierto del Sáhara
y su confinamiento voluntario, no sin antes haber probado la distancia amarga.
Entremeses de afrutados besos, dulces abrazos, suaves te quieros,
amor que se confitaba a fuego lento,
ajenos a otro confinamiento, histórico e impuesto.
Y soplaron la primera llama, la del primer año y la primera sonrisa,
la del primer amor con aroma a poesía.
Y soplaron la primera llama
de un amor confinado entre dos compañeros del alma,
compañeros…